Actualmente,
los mercados están muy liberalizados, y con ello las mercancías, capitales y
personas tienen ahora menos restricciones para moverse entre países. Se mueve
buscando el beneficio, la plusvalía, obtener barato en un sitio y venderlo caro
en otro, invertir en un sitio para aprovechar la falta de inversión de otros, o
trabajar o vivir en un sitio con menos desempleo o menos inflación. Parece que
esto genera un equilibrio fácil de manejar, según la ley liberal, el mercado se
autoregula, pero se ha comprobado que no es así, ya que, aparte de otras
barreras a quien no tiene medios económicos limitando así ese libre movimiento,
el mercado genera llámese externalidades llámese daños ambientales y sociales
que luego no se encarga de reparar, séase porque son irreparables o porque no
hay ley que le obligue a ello. Como ser abstracto y amoral, el mercado destruye
sin que ser afectado.
Hay un
consenso general, debido al bombardeo constante en las noticias, publicidad, en
las instituciones informales que nos rodean a lo largo de nuestra
vida(colegios, universidad, trabajo), de que el turismo es beneficio, y que es
más, es lo que nos ha salvado por su crecimiento y potencia en estos años de
crisis. Creo que es el momento de reflexionar, y levantar críticas sobre este
sector que no para de absorber la economía del Estado español.
Que no
cieguen a nadie las cifras de 60,6 millones de personas que llegaron en 2013 y
el porcentaje de PIB que supuso el turismo en torno a los 170.000 millones de
euros(más del 10%).
PROBLEMAS
SOCIALES Y AMBIENTALES
Está
claro que el turismo crea y expande una cultura continua de consumo, ya que se
ayuda de la publicidad de sus productos y servicios, de aparecer y ser visto en
internet, en equipos tecnológicos, en la televisión, en el ocio, en los
espacios urbanos, rurales, marinos, en el deporte, rodeado a la necesidad de
comer con su etiqueta de denominación. Vaya, que a la vez que te recuerda una
cultura, te obliga a consumirla de una determinada manera, según le parezca a
quien te la vende. Denigra a la cultura del lugar, ya que le pone un valor cuando
antes formaba parte de la vida de las personas y era, por eso mismo, único e
irreproducible. Cuando consumimos cultura, no la producimos, si acaso la
imitamos, con lo que nuestra identidad creadora se resiente y pasa ante nuestros
ojos como algo más.
También
hay problemas económicos. Pues si acaso se benefician del turismo directamente
los hosteleros, restaurantes, bares, prestadores de ocio, administraciones
públicas(que luego lo revierten en sus ciudadanos supuestamente), hay una gran
parte de la población que ve los servicios turísticos como excesivamente caros,
inaccesibles. Puedes aprovecharte del turismo, de lo que busca la gente que
viene de fuera a gastarse el dinero en descansar, comer y pasarlo bien, pero
sabiendo que es temporal y que tienes que mantener una gran agenda de fieles
proveedores que no te intenten estafar.
El
problema de cómo es el turismo en España. De sol y playa, y de comida y fiesta,
y ahora se está promocionando un poco más el de museo. Una parte va a las fiestas tradicionales, pero
poca, se prefiere llegar en verano, fuera del período de trabajo y solo para
ver pasar las horas comiendo y gastando dinero. Creando daños en los ecosistemas
costeros, y en la forma de las ciudades y sus economías, dependientes de ese
turismo para vivir y no de su entorno.
El
trabajo que rodea al sector turístico también deja mucho que desear, en sus
condiciones y valor. De poco valor en el currículum, no suele enseñar grandes
lecciones ni conocimientos, ni tampoco a tener una mayor empatía con las
personas. Quien trabaja ahí, sabe desde el primer momento que tiene que tratar
a las personas no como tales sino como clientes, o sea, según lo que estén
dispuestas a gastar. Que no se gana un buen salario, y que las horas, mientras
estén bien fijadas, mejor, pero a veces que no y que se trabaja noches, fines
de semana, creando un estrés perjudicial para la salud y un estado mental poco
equilibrado y reflexivo. Si es un horario coherente, también te puede afectar
la sobrecarga de trabajo en el que nunca se puede parar bajo la supervisión de
un encargado. No protestar, no ascender, trabajo temporal, sin sindicato alguno
que te defienda, sin convenio, sabes que es un trabajo nefasto pero se acepta
como una opción a la que resignarse, debido a las condiciones de alto
desempleo. Crece además la cualificación exigida sin mejorar a su vez las
condiciones laborales.
En mi
opinión, una sociedad que empieza a desligarse del trabajo productivo y se
dedica a vender, pierde su humanidad. El ser humano necesita del trabajo para
compartir, para ser solidario, para crear. Sus recursos sirven para ser
consumidos al instante por más población de la que alberga y trabaja en su
territorio, y a veces necesita importar productos para ser vendidos debido al
alto turismo, creando más dependencia externa. La capacidad de sostener la
contaminación, los residuos y el CO2 creado por el turismo también mengua, ya
que los residuos que se forman en España se quedan en España, los países
turísticos se convierten así en países vertedero.
La
energía que se gasta en atraer, mantener y servir al turismo también obliga a
recurrir a una sobre-importación de energía que supera a la obtenida desde la producción
de energía renovable. El turismo crea servicios que son indiferentes a la
población del lugar, que se mueve en sus rutinas o formas de consumir propias,
mientras ocupa grandes terrenos y productos que modifican el lugar y lo hacen
artificial y privado. Porque este es el otro punto peligroso del turismo, la
privatización de los lugares, ya que al crear beneficio, el turismo crea las
condiciones de cesión idóneas para adjudicarse parcelas, edificios, ... no
sería extraño ver que en una ciudad el 50% de su terreno está dedicado al
turismo, y de ese 50%, un 25%-30% es privado.
Sin
ánimo de xenofobia(ya que lo que critico es quien va entre países a consumir,
no a vivir o a compartir momentos con las personas o con el lugar sin intención
de dañarlo o no respetarlo), creo que llega el momento de dejar de promocionar
el turismo y verlo como una amenaza, algo que no se puede prohibir pero sí
limitar, con mayores impuestos, autorizaciones para ciertos servicios, rígidas
condiciones laborales que lo dignifiquen como trabajo, una mayor
responsabilidad ambiental con verdaderos límites a cómo se vende, y la cantidad
de lo que se vende y un reciclaje serio y reparación constante de lo dañado en
el entorno donde se ejerce el turismo.
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