Otro
año más, la polémica aparece en torno al Festival Aupa Lumbreiras. Mucha gente
ya se ha adelantado a separarlo del Leyendas del Rock y del concierto de
Extremoduro, donde al parecer todo ha salido bien. Por mi parte, lamento los
sucesos del viernes en el Aupa, donde unas cuantas personas se encargaron de
estropear el curso de uno de los festivales más reivindicativos del Estado
español. Lástima que un grupo de personas que no tienen nada que ver con el
espíritu de crítica que está creciendo por todas las latitudes españolas dieran
la imagen que nadie comparte.
Es
fácil manipular y generalizar cuando se juntan unas 85.000 personas durante
tantas horas. Mal intencionado y fuera de la realidad, porque quienes
asistieron al Lumbreiras no forman un grupo homogéneo: hay gente que disfruta
de sus viscerales críticas al sistema, hay gente que se siente representada por
las letras que se escuchan, hay gente que comparte la idea de vida y de ser que
promueve el lumbreiras y gente que le encanta sus estilos musicales sin tener
claro un posicionamiento político.
Por
tanto, ni siquiera los miles de asistentes a las instalaciones del Lumbreiras
son todos antisistema capitalista, diría que ojalá, ya que quien más o menos
puede ser que viva feliz con sus propiedades privadas, que sea jefe o jefa en
su trabajo, o que tenga actitudes machistas o racistas.
Mentiría
si dijera que la mayoría de gente viene como hipócrita a deshagorse de sus
mini-problemas con el sistema mientras lleva una vida cómoda y feliz. La
realidad es distinta: muy poco dinero en la cartera, muy pocas pertenencias
para aguantar 3 días en el desierto que era la zona de acampada, condiciones
insalubres, y la sensación de felicidad que te da dejar atrás problemas
personales (familiares, económicos, sociales) atrás durante unos días.
Gente
de todos los puntos de España, y incluso de otros países, han hecho grandes
sacrificios para disfrutar del festival por la música y por la gente que se
encuentra allí. Porque esto es incluso más maravilloso que estar en un
concierto: conocer a gente y considerarla un hermano o hermana a las pocas
horas, prestar tu tienda de campaña para que descanse un desconocido que llegó
sin nada al festival, un abrazo multitudinario, una foto, un beso, un baile, un
trago que se salva de la deshidratación o la afonía, compartir comida, cuerda,
lonas, piquetas, ...
En
resumen, lo que se vive entre la gente del Lumbreiras es un curso acelerado de
solidaridad, de cómo es más fácil sobrevivir si estamos todos y todas unidas, y
de que ésta es la única manera de plantar cara a los políticos, desde la
crítica a través del mensaje, desde la unidad, la lucha y la participación. Por
no hablar de lo que se aprende, al compartir conocimientos técnicos, consejos,
y las diferentes culturas, sobre todo, se aprende a respetar culturas. En el
Lumbreiras no había ni problema vasco ni cuestión catalana, teníamos claro que
todo pasa por ceder la palabra al pueblo y ser consecuente con ello.
Y
también hay amor y emotividad. Amor no romántico ni desde la dependencia de la
media naranja, sino amor libre, con el libre consentimiento de ambos o ambas. Y
emotividad, porque canciones como "Los Mineros" de Desakato, las
diferentes versiones de "L´Estaca" que hicieron Betagarri y Muyayo
Rif, los "Bella Ciao" de Boikot y Talco, "Vuestro País" de
Reincidentes (sobre el genocidio israelí)
o "Fue mi abuelo" de Benito Kamelas fueron momentos de
lagrimeo y de pelos de punta. Otras, reivindicando el feminismo, como
"Ella" de Universo Inverso y "Ay Dolores" de Reincidentes,
nos desvelan las raíces de la violencia de género que vemos cada día en la
tele, políticas y sociales. Quien crea que la música que se escucha aquí es
antisistema y violenta, que ponga atención al escuchar estas canciones y su
sensibilidad seguro que se ve alterada porque la sinceridad de estas canciones
tienen el efecto de abrir los ojos a cualquiera.
Siendo
uno más del Lumbreiras, me parecía una obligación ante todas las difamaciones
que se han vertido sobre los asistentes decir esto. Que un mundo mejor es
posible si creamos formas de vivir comunes y sin posesiones, de solidaridad en
la miseria y de amor sin condiciones.
Porque
los verdaderos antisistema están en el Lumbreiras, pero no en las personas,
sino en la letra de las canciones, en el mensaje de cada camiseta.
Los
verdaderos antisistema se están cargando la Tierra y matando a personas por su
propio interés. Son esos psicópatas, Anti Sistema-Tierra, los Anti Sistema-Social,
los que especulan con los alimentos, con la vivienda, los que roban con las
preferentes, los que se compinchan para recalificar terrenos, urbanizar y
forrarse con dinero público y lo que ofrece la naturaleza. Son los que acuerdan
contratas de grandes esculturas, grandes edificios, largas autopistas, los que
contaminan suelo, agua y aire y nunca pagarán por ello, son los que explotan
con precarias condiciones laborales y naturales a los países africanos,
asiáticos y latinoamericanos.
Y son
los que utilizan al Estado como estructura para mantener su poder y una
sociedad competitiva del todos contra todos mientras ellos disfrutan del
espectáculo, son los que entienden que la democracia es aceptar lo que a ellos
les viene bien.
Por
todo esto, el Lumbreiras es necesario para crear un futuro diferente, el futuro
que queremos. Nos desnuda la realidad y nos enseña donde están los verdaderos
antisistema, los que consiguen que siga habiendo hambre en el mundo y que las
próximas generaciones quizás no puedan disfrutarlo tal como lo conocemos hoy.
Es en el Lumbreiras donde están las formas de vida social que nos devolverán la
libertad y nuestros derechos humanos, donde la autoridad se difumina y se
resquebrajan las estructuras de poder, ya que lo recuperamos las personas, el
pueblo.
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